Ya estamos en ese tramo anual que domina el mercado de los fichajes. Que Dios reparta suerte a todos los que juegan por un puesto, es doble impuesto añadido.
Las cifras económicas se imponen sobre ciertas demarcaciones por metro cuadrado, pura especulación. La de todos los años…
¿Quién vale más? Pues hombre, habrá que verlo, pero casi siempre se impone la pasta, lo que cuesta una incorporación. A mí me gustan aquellas situaciones inventivas, muy pocas, pero ocurren algunas veces. Se trata de competir por un puesto sin complejos, el nuevo jugador se incorpora para jugar y demostrar lo que vale, el otro jugador es el anterior al nuevo, su objetivo pasa por renovarse o morir. En métodos de regeneración la situación es comparable a la apoptosis (proceso por el cual la célula se suicida para mantener el buen funcionamiento del organismo humano).
En un equipo de pretemporada muchas demarcaciones están en fase de división celular, se debaten por alcanzar un mejor funcionamiento, y es labor del entrenador instigar buenas divisiones para mejorar el juego.
“La naranja mecánica” es un claro ejemplo de lo comentado, pues testifica la adaptación al combinado de variantes tácticas por las que fue sometida su plantilla de jugadores. Les valió el 4-3-3, el 3-5-2, el 3-4-3, el 4-2-4 y hasta el 2-5-4. Los jugadores de este emblemático equipo de los 70 fueron adaptados, regenerados y renovados sobre posiciones que exigían otras técnicas y condiciones físicas. Morían y renacían sobre la marcha. El resultado es comparable al de la división pluricelular del ser humano.
Sin embargo, en los tiempos actuales se dan más casos de divisiones unicelulares, es decir, el jugador que se multiplica por dos. Sergio Ramos lo testifica en algunos tramos de su anterior campaña con el Real Madrid, pues ofrece garantía defensiva, ofensiva y de pase medido en cualquier posición del campo.
Conclusión: Mendel encontró hermosas posibilidades a través de unos guisantes. El balón también puede ser germinado en muchas otras posibilidades.